Al interpelar a cualquier productor agropecuario, la frase asertiva “Ustedes sí que están bien” es la opinión generalizada de millones de argentinos convencidos de que “el campo” es el gran favorecido por el actual modelo económico. Pero la nuda realidad es otra: ni el campo en general ni, menos aún, la mayoría de los productores agropecuarios en particular, están beneficiados como se piensa.
Además del vocerío de ministros, oficialistas seriales y panegiristas mediáticos, formadores de “opinión pública” y “sentido común”, la dirigencia sectorial agropecuaria aparece como otro responsable de la mencionada presunción “Ustedes sí que están bien”. Dirigencia que sostiene un accionar gremial distraído frente a un intenso proceso de concentración y extranjerización de la producción, de la tierra y la economía agraria; a un endeudamiento público y privado insostenible y a un proceso rampante de distorsión de precios relativos.
Si para comprar un kilo de helado un productor necesita vender 10 Kg de ganado vacuno en pie en el Mercado de Liniers, o si el valor de un litro de agua en la góndola se equipara al de 5 litros de leche en tranquera de tambo, algunas ecuaciones económicas están distorsionadas.
Si ingresan al país frutas y verduras de manera indiscriminada, mientras a los fruticultores y horticultores se les derrumban a precio de remate sus producciones, lejos semeja de ser una situación promisoria, y tampoco aquí surgen o se publican voces dirigenciales que alerten sobre estos problemas. Si se privatizan o tercerizan las indelegables misiones y funciones de control y sanitarias que ejerce el Estado a través del SENASA, colocando a los zorros a cuidar el gallinero, el país entero sufrirá las consecuencias del desaguisado. Si se privatiza y enajena la Dirección Nacional de Vialidad, y se ponen las rutas y caminos de todo el territorio como instrumentos de negocios para la patria contratista y el club de los peajes, se desvirtúa la misión integradora que debe impulsar el Estado en el ámbito nacional.
Si el INTA, el INTI, y el CONICET o ARSAT, entre otros organismos similares de resguardo de soberanía en ciencia y técnica, pierden recursos humanos y económicos mediante el desguace en curso, se desactiva a mansalva el desarrollo científico-tecnológico imprescindible para una Argentina con futuro.
Si los chacareros deben aceptar sin pataleo el cambio de reglas consuetudinarias y perder los derechos para sembrar la propia semilla, y los genes pasan a ser propiedad privadísima de unas pocas empresas, en su mayoría multinacionales, soslayando derechos adquiridos y establecidos por la actual Ley de Semillas, es más que manifiesto que no están representados por quienes se dicen representantes de los productores.
Desde hace muchos años propiciamos un Gran Movimiento Agropecuario Nacional y un proyecto de desarrollo agropecuario a largo plazo con eje en la figura de la familia rural, capaz de preservar su medio y su modo de vida, garantizando la ocupación equilibrada de nuestro vasto territorio, la integración regional e internacional, la complementación con la industria y el comercio local, y la defensa alimentaria de todos los habitantes.Quisimos creer que la denominada “Mesa de Enlace” constituía un mecanismo que posibilitaba esa transformación; con apoyo generalizado de productores de base, pueblos rurales y dirigentes.
Pero resultó una ilusión de corto plazo transformada en un instrumento dramáticamente eficiente para neutralizar reclamos, para desarticular y confundir el accionar gremial de las entidades del campo que la integraban, y para discriminar, excluir y hacer desaparecer a infinidad de organizaciones chacareras. También para travestir dirigentes en legisladores, funcionarios y asesores vaciados de contenido rural e incapaces de definir no sólo cuánto producir, sino qué, cómo y con quienes hacerlo. Por ahora, “nosotros sí que no estamos bien”.
Ing. Agr. Horacio Delguy – Productor Agropecuario – Ex presidente del Frente Agropecuario Nacional (FAN)